Naceu en Ourense o 8 de xuño de 1847 e faleceu en A Coruña o 10 de febreiro de 1908. Era filla de Clara Aller y Presas e do médico e tamén poeta Dimas Corral Revellón e neta de Luis Corral licenciado en 1810 en farmacia, tamén poeta e casado con Josefa Revellón. Os seus irmáns deran Dimas Corral, de profesión médico, Rita Corral e Consuelo Corral que tamén se dedicarían a escribir.
A familia trasladouse a vivir a Santiago en 1868 comezando Clara a escribir e colaborar con varias publicacións e xornais. Uns anos máis tarde, en 1884, trasladouse a vivir a Coruña xunto co seu irmán Dimas e a súa cuñada pero non deixou de escribir tanto poesía como textos de opinión e ensaio.
(Fonte: Vida Gallega, 15 de febreiro de 1922, p.12. Galiciana)
Clara dedicouse principalmente á poesía como tamén o farían as súas irmás, Consuelo e Rita. O seu único libro foi o titulado A Herminia. Composicións destacadas son A nada de canto el dixo e Lonxe vai miña alegría que foron publicados en La Ilustración Gallega e Asturianas. Foi membro da Real Academia Gallega. Tamén é de destacar a súa faceta como defensora da Educación da Muller. A continuación transcríbese un texto asinado por Clara na Gaceta de Galicia do día 21 de setembro de 1887:
"La posición de la mujer en nuestra sociedad es hoy tan anómala que recibe, como una verdadera fortuna que la honra y es el colmo de su felicidad relativa lo que en muchos casos viene a ser sólo una venta indigna, en la que no entran para nada, la elección, el sentimiento, ni principio alguno de los que debieran formar la base de tal consorcio.
Si la mujer gozase de fuero propio, digámoslo así, si no estuviese en absoluto su suerte supeditada al hombre, desaparecería esta situación, como consecuencia natural de su libertad y su autonomismo.Por virtud de éste y bastándole a la mujer sus propias fuerzas, desaparecerían también las angustias de su viudez, ante huérfanos a quien la muerte de un padre viene a sumir en la indigencia , o lanzar tal vez en el crimen.La instrucción y los derechos de que hoy carece, adquiridos por la mujer, salvarían a muchas de la degradación que con frecuencia las envuelve la necesidad y la ignorancia.La persistente obstinación del hombre en adjudicarse y resumir en sí el ejercicio de toda función intelectual ha dado como resultado funestísimo la atrofia en la jumer, que apenas si es hoy otra cosas que un ser puramente afectivo, en quien ocupa el lugar de nobilísimas facultades el más rudimentario instinto.Todas, absolutamente todas las ciencias y las artes que son objeto de la actividad del hombre, deben abrir sus puertas á la actividad de la mujer.No temáis que al parecer ante sus ojos tan anchos horizontes, se modifique su puder, o se pervierta la rectitud de su alma; la ciencia es una religión: no mancilla, purifica cuanto abarca.Todas las ciencias deben estar al alcance de la mujer; su instinto a conducirá hacia las que más se le adapten, como hoy sucede en las artes mecánicas, donde no se dedica á la cerrajería ni a la carpintería concretándose a compartir otra que le son más propias.Si rara vez ha de vérsela perforando montañas, ó colgando puentes al través del espacio como audaz ingeniero; si rara vez como Juana de Arco o María Pita, defenderá la independencia de su patria con armas en la mano, se la verá con frecuencia estudiando las minuciosidades de la química, en el desempeño de la sedentaria farmacia; o ejercitando su ingenio inquiridor y ergotista en la no menos sedentaria jurisprudencia, y sobre todo, prestando sus servicios en el arte dificilísimo de la medicina, con inapreciable beneficio de la sociedad en general y muy particularmente de su sexo.Ningún pudor se alarma con el tecnicismo sagrado de la ciencia: pero solo la fuerza de las costumbres puede, sin rubor, para ambos sexos, entregar á discreción en ciertos y determinados casos el casto cuerpo de la mujer en manos de uno ó varios médicos, según lo exijan las circunstancias.Cuando haya mujeres que posean la ciencia médica, parecerá horrible, absurda a las generaciones futuras que ciertas prácticas hayan existido jamás!Decía con gran elocuencia el Sr. Montero Ríos al resumir las discusiones del Congreso Pedagógico de Pontevedra, que solo la mujer es apta para inculcar en el niño las primeras nociones de la instrucción, y yo he de añadir que, sólo un médico femenino es apto también para tratar, y aún para adivinar, las enfermedades de la infancia.No importa que la culta Alemania prohiba a las mujeres, con autoridad despótica, la entrada en las aulas. En cambio la semisalvaje Rusia crea para ellas Universidades, como inspirada por un soplo de espíritu de Pedro el Grande.En la civilizada Inglaterra, luchan las mujeres por la emancipación de su sexo, y es indudable que el triunfo será suyo más o menos tarde: un periódico de aquella nación dice que los adversarios de las aspiraciones de las mujeres las combaten con los argumentos que se han empleado siempre para defender todas las esclavitudes y las iniquinades sociales.En definitiva: la primera y la segunda enseñanza que se den á la mujer deben ser iguales, o casi iguales a las que reciba el hombre, de modo que la habiliten para las carreras superiores que le plazca seguir.Estas carreras deben serle del todo accesibles, como accesibles le son en más baja esfera las artes y oficios, sin que por eso el sexo fuerte haya perdido en ellos la iniciativa y la preponderancia.Las ligeras variantes que la naturaleza y la experiencia exijan, no destruirán el fondo de este pensamiento: si a las mujeres se les enseña algo que más particularmente les concierne, también a los hombres se les instruye, y se les instruirá más según los últimos sistemas, en los trabajos manuales a que con preferencia se dedica(...)No pongamos obstáculos en el camino; llevemos por el contrario nuestro átomo de vapor a la rueda del eterno progreso.Pontevedra, 30 de agosto de 1887.Clara Corral.
O texto é unha mostra evidente de que Clara foi unha defensora da educación da muller en todos os niveis educativos incluso nos superiores e en todas as actividades xa que permitirán que poida desempeñar unha profesión e se vexa libre das ataduras.
O seu falecemento, digamos que prematuro, causou gran pesar recolléndose o seu pasamento na prensa galega que a despedía coa seguintes palabras. As seguintes correspóndense á editorial do periódico El Eco de Galicia do día 20 de marzo de 1908.:
"El día 10 de corriente falleció en la Coruña la inspirada poetisa gallega doña Clara Corral. Hija del distinguido poeta y catedrático D.Luís, desde bien joven se reveló Clara como una amante de las musas que no le negaron jamás sus favores y lo mismo en gallego que en castellano dió gallardas muestras de su inspiración y sentimiento.
Modesta en gramo sumo, como la mayoría de las mujeres gallegas, no fue Clara de las que más se dieron a conocer y ella como su hermana Rita Corral de Romero, Valentina Valladares, Marcelina Soto Freire y tantas mujeres gallegas de positivo valimiento que continuaron la tradición poética de nuestra raza, solo era conocida de unos cuantos verdaderos amantes de las cosas de nuestra tierra, tan desconocidas de la generalidad. Así no es de extrañar que la prensa gallega que suele dedicar grandes sueltos declamatorios al fallecimiento de cualquiera innominado como publique la esquela en el periódico respectivo, no haya tenido media docena de líneas para la poetisa gallega recién fallecida" .
A súa poesía transmite esa melancolía que xa nos é coñecida pola grande poetisa Rosalía de Castro. Clara canta ao fondo da alma onde se atopan agochadas as tristuras, as dores e a tristura:
Lonxe vai miña alegría
xa n´a vexo donde vai!
Vagoas atopo n ´os ollos
N´o peito atopo soedá.
Onte ao caer d´a tardiña
Moitas xentes vin pasar
Iban cubertas de loito;
Eu preguntei ¿Que será?
E vin deitada na tomba,
sen reir e sen chorar,
unha nena como´o ceo
De tempo que pasou xá...
Vágoas atopo n´os ollos
Que nunca se secarán.
¡Quen fora morta n´a tomba
Sen reir e sen chorar!
Poesía El Crepúsculo:
En el fondo del alma
¿Quién un pesar non guardará escondido
Bajo aparente calma?
Aquel que haya sufrido.
Si sus hojas el llanto a refrescado
Ai declinar la tarde habrá llorado.
Cuando la noche empiece,
a su alma dolorida
Busque, el que sufre, celestial consuelo
En la bóveda azul del ancho cielo!
Poesía Prismas
Abrían los capullos de las rosas.
Gemían los suspiros de las auras.
Rebosaba en mi pecho la alegría;
Yo reía y cantaba.
Y tornaron los cielos trasparentes
Tornó de los perfumes la embriaguez
Yo no cantaba ya, ya no reía;
pero sentí y lloré.
Hoy de nuevo en mis sienes doloridas
de brisas y de flores sentí el beso;
Olvidara el reir, llorar no pude
Y...tengo miedo!
(Elaboración propia a partir de diversas fontes)